Hubo un tiempo en el que tuvimos una mirada llena de asombro, donde todo era descubrimiento y hacíamos de la realidad un juego. Ser nuestro personaje favorito era posible y no importaba cómo ni cuándo mientras fuera divertido.
Nos invitábamos a jugar y nos hacíamos amigos rápido. Sí había peleas, pero duraban un rato. Cada árbol podía ser una casa, un caracol servía para hacer un collar y una piedra con forma especial, algo a guardar y ser atesorado.
Sabíamos soñar en grande, sin miedo, sin cálculo. Nuestras ocurrencias eran infinitas, las preguntas que hacíamos parecían simples, eran bien esenciales. De chicos queríamos ser grandes. De grandes parece que nos olvidamos de ser chicos. Fuimos pequeños sabios sin saberlo.
Tu perro puede ayudarte a reconectar con ese que fuiste, el niño o niña que uno ha ido olvidando con el tiempo.
Tu perro puede ser tu gran maestro
Nuestros animales de compañía tienen el don de mostrarnos el camino hacia nuestra propia infancia interior. Porque ellos cuentan el don de vivir simple, donde el tiempo es sólo el presente. Estar con ellos y animarse a ir más lento, a acompañar su asombro en cada paseo, a jugar espontáneamente, a saludar a extraños, conectar con algo nuevo. Volver a ser vos junto a tu perro, con lo que hay y existe en concreto en ese momento.
Delia Madero
Psicóloga
MN41798