El perro y el hombre, amigos prehistóricos

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Los primeros acercamientos

Aunque es  difícil saber con exactitud cuándo empezó la interacción entre el ser humano y el perro, es probable este fuera el primer animal domesticado. Hace al menos 14.000 años, el hombre consiguió domesticar algunos ejemplares del lobo, de quienes descienden los perros, utilizándolos como ayuda para cazar y como defensa. 

En un comienzo tanto el hombre como el lobo eran cazadores nómades. Ambos seguían las migraciones de grandes manadas de animales, y es probable que los lobos llevaran tiempo merodeando por los campamentos humanos buscando comida y manteniendo alejados a roedores y carroñeros, de modo que todo apunta a un vínculo que era beneficioso para ambos.

Cuando terminaba el período de las glaciaciones, el hombre empezó a asentarse y a abandonar sus costumbres nómadas. Es probable que ya hubiera reconocido el valor del lobo como aliado y hubiera dado los primeros pasos para hacerlo parte de su grupo, mientras que el lobo también habría empezado a aceptar al hombre.

Ambas especies compartían costumbres como vivir en grupos sociales jerarquizados reducidos, lo que aseguraba el éxito de tareas como la caza colectiva y el cuidado de las crías. Esa similitud de patrones sociales, unida a la aceptación mutua, sin duda originó y aseguró el éxito de la domesticación. 

El perro como un aliado fundamental para la supervivencia 

A medida que el hombre se enfrentaba a nuevos retos, el instinto canino de la lealtad, el cuidado del territorio, la caza e incluso la manada se transformaron en un complemento esencial para la supervivencia del humano.

El sentido del olfato y el oído potentes del perro se convirtieron en ventajas muy valoradas que aumentaron su utilidad para la caza y protección. Siendo un animal de costumbres sociales, se adaptó fácilmente a la convivencia con los humanos.

Más tarde el hombre comienza a cultivar con éxito varios tipos de cereales silvestres como el arroz, el trigo y la cebada, y a domesticar animales como cerdos, ovejas y vacas. Sin embargo, la caza continuó como medio destacado para conseguir alimentos, por lo que el perro continuó siendo un aliado fundamental. 

El perro también como compañero

Con las nuevas preocupaciones del hombre llegaron nuevas tareas para el perro, que por entonces ya estaba muy integrado en la sociedad humana. A medida que la relación se afianzaba, el humano se fue encariñando con el animal, de modo que el vínculo entre ambos se estrechó y empezó a valorarse el hecho de que un perro pudiera hacer compañía.

Los egipcios y los habitantes de Asia Occidental fueron los primeros en criar perros, principalmente mastines y galgos. En la época de la Roma imperial ya existían algunas de las razas de perros que se conocen actualmente. También los perros eran usados en esos tiempos para pastorear, como vigilantes, para el deporte, como compañía y en algunas culturas, en especial las orientales, fueron incluidos en los cultos religiosos.  

A medida que las civilizaciones y tecnologías se expandían y evolucionaban, las necesidades, las actividades y los deseos humanos cambiaban, y en consecuencia los perros fueron asumiendo nuevos roles, muchos de ellos cada vez más especializados.  

En 1800 ya existían muchos de los perros que conocemos hoy en día. A medida que la modernización y la industrialización distanciaba al hombre de la naturaleza, algunos de los usos que se habían dado a los perros empezaban a perder sentido y crecía su popularidad como  animales de compañía.

Como vimos, la relación entre el perro y el humano tiene su larga historia, que si bien vio sus orígenes en una mutua conveniencia, fue virando hacia un vínculo mucho más profundo, que continúa en nuestros días y que los ha vuelto hoy aliados inseparables.

Imagen: Grabados de perros en Arabia Saudí. Fuente: National Geographic

Lic. Delia Madero 

Psicóloga

MN 41798

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