Las vacaciones suelen ser un momento común para que sucedan las adopciones espontáneas.
Si bien son incontables las historias de adopción durante vacaciones, no siempre éstas tienen un final feliz.
Existen muchísimas razones válidas para brindarle un hogar a un animal que lo necesita o está en situación de abandono o a la espera en un hogar transitorio. Le da la oportunidad de ser alimentado y cuidado, de recibir compañía y afecto.
¿Si no estuviéramos de vacaciones, qué haríamos?
Las vacaciones de por si nos “bajan la guardia” con respecto a un montón de situaciones que si ocurrieran durante el año, serían evaluadas de distinta manera. Estamos tranquilos y relajados, y quizás subestimamos lo que hacemos. Son días para distenderse. Pero puede que esto dé lugar a la toma de decisiones poco acertadas o al menos, no evaluadas con la responsabilidad que se merecen. La adopción es una de ellas.
Antes de adoptar:
¿Tenemos tiempo para dedicarle? ¿Podemos mantenerlo? ¿Podríamos afrontar los desafíos que surjan (comportamentales, de salud, etc)? ¿Podemos alojarlo en el lugar donde vivimos? ¿Nuestro ritmo de vida es compatible con un animal en casa? ¿Es ahora un buen momento? ¿Cuándo nos vamos de vacaciones, que sucedería? ¿Están todos de acuerdo en casa con la decisión? ¿Se compartirán las responsabilidades del cuidado del animal?
Aunque el encuentro con un animalito de manera circunstancial puede ser muy especial, considerar la responsabilidad de hacerse cargo de él debe primar a la hora de tomar la decisión de llevarlo con nosotros.
Lic. Delia Madero
Psicóloga
MN 41798
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